Hay que ordeñar las vacas todos los días. Hay que hacer
otras cosas en determinada estación del año, según los ciclos naturales. Más
allá de las buenas intenciones, cuando se violan estas leyes luego se sufren
las consecuencias lógicas. Estamos sometidos a leyes naturales y principios
rectores, a las leyes de la granja y de la cosecha.
Lo único que resiste al tiempo es la ley de la granja. Según
las leyes y principios naturales, si quiero recoger la cosecha debo preparar la
tierra, sembrar la semilla, cultivarla, desbrozarla y regarla. Lo mismo rige
para el matrimonio o para ayudar a un adolescente a superar una difícil crisis
de identidad: no hay soluciones instantáneas ni fórmulas para el éxito
inmediato que nos permitan avanzar con el sencillo recurso de manipular
psicológicamente algunas actitudes mentales positivas, acompañándolas de un
montón de nuevas recetas para triunfar.
Rige la ley de la cosecha. Las leyes naturales y los
principios actúan con independencia de nosotros. Ponga usted, pues, esos
principios de la agricultura en la base de su vida y sus relaciones. Si lo
hace, su disposición mental cambiará, de ser una mentalidad de escasez, a una
de abundancia.
Veamos este video de como funcionan las cosas en una granja:
Algunos hábitos de ineficacia hunden sus raíces en nuestro
condicionamiento social de pensamiento inmediatista y a corto plazo. Muchos de
nosotros empezamos por retrasarnos en la escuela y después estudiamos todo en
el último momento y pasamos los exámenes. Pero, ¿funciona acaso este método en
una granja? ¿Podemos pasarnos dos semanas sin ordeñar a la vaca y luego correr
al establo para ordeñarla frenéticamente? ¿Podemos “olvidarnos” de sembrar en
primavera, holgazanear durante todo el verano y después trabajar muy duro en
otoño para recoger la cosecha? Es fácil reírse de enfoques tan absurdos en el
terreno de la agricultura, pero luego, en un medio académico como el ya mencionado,
estudiamos en el último momento para conseguir los títulos y calificaciones que
necesitamos para conseguir trabajo, aun cuando no hayamos obtenido una buena
educación general.
LA SOLUCION: BASARSE EN PRINCIPIOS NATURALES
Estos son los problemas que los enfoques comunes y
corrientes no pueden resolver. El enfoque basado en las cosas rápidas, fáciles
y sin complicaciones no puede funcionar en una granja, porque allí estamos
sometidos a leyes naturales o a principios rectores. Las leyes naturales, basadas
en principios, actúan con independencia de nuestro conocimiento consciente de
ellas y de nuestro acatamiento.
Lo único que resiste el paso del tiempo es la ley de la
granja: debo preparar la tierra, sembrar en ella, cultivarla, desbrozarla,
regarla y luego abonarla gradualmente para que el cultivo crezca y se
desarrolle hasta alcanzar su plena madurez. Lo mismo ocurre en el matrimonio o
cuando se trata de ayudar a un adolescente a superar una difícil crisis de
identidad: no hay una solución instantánea que podamos aplicar para arreglarlo
todo por medio de una actitud mental positiva y una serie de fórmulas para
alcanzar el éxito. Ahí también rige la ley de la cosecha. Las leyes naturales,
los principios, actúan al margen de nosotros. Basemos pues nuestra vida,
nuestras relaciones, nuestros convenios gerenciales y nuestra organización
general en estos principios.
Si intento utilizar estrategias y tácticas manipuladoras
para lograr que los demás hagan lo que yo quiero —pero al mismo tiempo mi
carácter tiene defectos o mi capacidad es dudosa— no podré alcanzar un éxito
perdurable. Más allá de la retórica y de las buenas intenciones, si soy poco
digno de confianza o no lo soy en absoluto, no existen cimientos sobre los
cuales construir un éxito permanente. Pero si aprendemos a manejar las cosas y
a dirigir a las personas, dispondremos de los mejores recursos básicos porque
no desperdiciaremos la energía y el talento de éstas.
A menudo pensamos en el cambio y el perfeccionamiento como
en algo que viene de afuera y no que va de adentro hacia fuera. Incluso si
aceptamos la necesidad de un cambio interior, habitualmente creemos que se
trata de aprender nuevas técnicas y no de mostrar una mayor integridad hacia
los principios básicos. Pero las transformaciones importantes representan a
menudo rupturas interiores con las formas de pensar tradicionales, lo que yo
denomino cambios de paradigma.
El liderazgo centrado en principios introduce un paradigma
nuevo: Centramos nuestra vida y nuestro liderazgo de organizaciones y personas
en ciertos principios que constituyen “verdaderos nortes”. Explicaré cuáles son
esos principios, por qué debemos convertimos en personas que se centran en
principios y cómo podemos alcanzar esa calidad.
Nuestra eficacia se fundamenta en ciertos principios
inviolables: leyes naturales propias de la dimensión humana que son tan reales
e inmutables como lo es en la dimensión física la ley de la gravedad, entre
otras. Estos principios forman parte de la trama de todas las sociedades
civilizadas y constituyen las raíces de toda familia e institución que haya
perdurado y prosperado.
Los principios no son un invento nuestro ni de la sociedad;
son las leyes del universo que conciernen a las relaciones y organizaciones
humanas. Son parte de la condición, el conocimiento y la conciencia humanos.
El que las personas avancen hacia la supervivencia y la
estabilidad o, por el contrario, hacia la desintegración y la destrucción
depende del grado en que reconozcan y vivan en armonía con principios básicos
como la rectitud, la equidad, la justicia, la integridad, la honestidad y la
confianza.
Mi experiencia indica que la gente confía instintivamente en
los individuos cuya personalidad se fundamenta en principios correctos. Existen
muchas pruebas de ello en nuestras relaciones a largo plazo. Aprendimos que la
técnica es relativamente intrascendente en comparación con la confianza, la
cual es a su vez producto de nuestra confiabilidad a lo largo de los años.
Cuando la confianza es elevada, nos comunicamos fácilmente, con poco esfuerzo y
en el acto. Aunque cometamos errores, los demás seguirán captando nuestro
mensaje. Pero cuando la confianza es escasa, la comunicación requiere mucho
tiempo y se hace fatigosa, ineficaz y extremadamente difícil.
Es relativamente fácil trabajar sobre nuestra personalidad:
lo único que debemos hacer es aprender alguna técnica nueva, readecuar nuestros
patrones de expresión, adoptar tecnologías de relaciones humanas, emplear
afirmaciones gráficas o fortalecer nuestra autoestima. Pero comparativamente es
difícil cambiar de hábitos, desarrollar virtudes, aprender disciplinas básicas,
cumplir lo prometido, ser fieles a nuestros juramentos, actuar con valentía y
ser auténticamente respetuosos con los sentimientos y convicciones ajenos. Y
sin embargo, ésta es la verdadera prueba y la manifestación de nuestra madurez.
Valorarse a uno mismo y, al mismo tiempo, subordinarse a
fines y principios superiores constituye la paradójica esencia de lo más
elevado de la condición humana y el fundamento de un liderazgo eficaz.
EL LIDERAZGO GUIADO POR UNA BRUJULA
Los principios correctos son como brújulas: siempre señalan
el camino. Y si sabemos cómo interpretarlos no nos perderemos ni nos
confundiremos ni nos aturdirán las voces y los valores en conflicto.
Los principios son leyes naturales evidentes por sí mismas y
con un valor intrínseco. No cambian ni se desvían. Brindan un “verdadero norte”
a nuestras vidas mientras surcamos las “corrientes” que discurren por nuestro
ambiente. Los principios se aplican en todo momento y lugar. Emergen bajo la
forma de valores, ideas, normas y enseñanzas que edifican, ennoblecen,
satisfacen, fortalecen e inspiran a las personas.
La historia muestra cómo los
pueblos y las civilizaciones prosperaron en la medida en que obraron en armonía
con principios correctos. En el origen de la decadencia de las sociedades hay
prácticas absurdas que no fueron sino violaciones a los principios correctos.
¿Cuántos desastres económicos, conflictos entre culturas diferentes,
revoluciones políticas y guerras civiles se habrían evitado si hubiese existido
un mayor compromiso social con los principios correctos? El liderazgo centrado
en principios se fundamenta en el hecho cierto de que no podemos violar
impunemente esas leyes naturales. Creamos o no en ellas, han demostrado ser
eficaces a lo largo de siglos de historia de la humanidad. Los individuos son
más eficaces y las organizaciones más poderosas cuando ambos están guiados y
gobernados por esos principios probados. No son soluciones fáciles e instantáneas
a los problemas personales e interpersonales. Sí son, en cambio, principios
fundacionales que consecuentemente aplicados se convierten en hábitos que
permiten transformaciones fundamentales en los individuos, las relaciones y las
organizaciones.
A diferencia de los valores, los principios son objetivos y
externos. Funcionan obedeciendo a leyes naturales, independientemente de las
condiciones.
Los valores son subjetivos son subjetivos e internos; son
como mapas. Los mapas, de por sí, no son territorios; sólo son intentos
subjetivos de describir o representar un territorio. Cuanto mejor alineados
estén nuestros valores o mapas con los principios correctos —con el territorio
real, con las cosas tal cual son—, más precisos y útiles serán. Pero cuando el
territorio cambia permanentemente, cuando los mercados varían en forma
constante, todo mapa se hace rápidamente obsoleto.
Un mapa basado en valores puede suministrar cierta
descripción útil, pero la brújula, regida por principios, brinda una
incuestionable visión y orientación. Un mapa preciso es una buena herramienta
gerencial, pero una brújula que señala los principios del “verdadero norte” es
una herramienta para el liderazgo y el fortalecimiento de la autoridad. Al
señalar hacia el norte, la aguja refleja su alineamiento con las leyes
naturales. Si nos limitamos a dirigir por medio de mapas, desperdiciaremos
muchos recursos errando sin rumbo y desperdiciando oportunidades.
Nuestros valores suelen reflejar las creencias de nuestro
medio cultural. Desde la niñez desarrollamos un sistema de valores que
constituye una combinación de influencias culturales, descubrimientos personales
y pautas familiares. Todo esto se transforma en el espejo a través del cual
miramos el mundo. Evaluamos, definimos prioridades, juzgamos y nos comportamos
según cómo vemos la vida a través de ese cristal.
Un patrón reactivo habitual lo constituye vivir la vida en
compartimientos basados en valores, donde nuestra conducta es, en gran medida,
producto de las expectativas incorporadas a ciertos roles: cónyuge, padre,
hijo, ejecutivo del mundo de los negocios, líder de la comunidad, etcétera.
Puesto que cada uno de estos compartimientos tiene su propio sistema de
valores, las personas sin poder de reacción a menudo terminan tratando de
amalgamar expectativas en conflicto y viviendo según diferentes valores, de
acuerdo con el rol que juegan o el medio en que se hallan en cada momento.
Cuando las personas alinean sus valores personales con los
principios correctos, se liberan de las viejas percepciones y paradigmas. Una
de las características de los auténticos líderes es su humildad, que queda de
manifiesto en su capacidad para sacarse las gafas y examinar objetivamente los
cristales, analizando hasta dónde sus valores, percepciones, creencias y
comportamientos están alineados con los principios del “verdadero norte”. Donde
aparecen discrepancias (prejuicios, ignorancia o error), efectúan ajustes para
realinearlos más sabiamente. Basarse en principios inmutables brinda
permanencia y consistencia a sus vidas.
Fuente: Principle-Centered
Leadership by Stephen R. Covey
EXCELENTE..!!
ResponderEliminarYo llamo CICLO NATURAL DE LA VIDA HUMANA a la "Ley de la Cosecha". Es un ciclo, pues sus fases o etapas se van repitiendo en la ESPIRAL de la vida y en la dimensión humana denominada tiempo (variable que es un constructo mental humano)