sábado, 16 de marzo de 2013

Cómo fortalecernos haciendo lo correcto

  
En su libro "Grandeza para cada día" el inspirador autor Stephen R. Covey nos enseña que la integridad es el común denominador que sustenta todos los demás principios de la grandeza del día a día. Por ejemplo, si a alguien lleno de valor lo perciben como deshonesto, le temen y lo evitan. Si ven como inmoral a alguien que realiza un acto de caridad, suponen que es un manipulador egoísta. Por tanto, sin la base de la integridad, todos los demás principios son rebajados sobremanera.

Las personas con integridad son aquellas cuyas palabras concuerdan con sus hechos y cuyas conductas reflejan sus valores. Se puede confiar de modo incondicional en su honestidad y su moral. Honran sus compromisos. Son dignas de confianza. Se les conoce por hacer lo correcto, por los motivos correctos, en los momentos correctos. Aunque numerosas leyendas de integridad se llevan a cabo en ambientes públicos donde otros pueden verlos, a menudo los ejemplos más poderosos ocurren en la tranquila quietud de un momento privado: cuando nadie más los ve. Tal es el caso en “La mejor pesca de mi vida”.

LA MEJOR PESCA DE MI VIDA
James P. Lenfesty


El chico tenía apenas once años, y cada vez que le quedaba un tiempo libre se iba a pescar desde el muelle de la cabaña que su familia poseía en un islote, en medio de uno de los muchos lagos de New Hampshire.

La víspera de iniciarse la temporada de pesca del "pez bass", él y su padre se encontraban pescando al caer la tarde, sacando del agua con carnada de lombrices peces-luna y percas.  Así que ató al cordel un pequeño cebo plateado y se dedicó a lanzar la plomada con la caña de pescar.  Al caer en el agua, el plomo provocaba ondas concéntricas en toda la gama de colores del crepúsculo, que luego se fueron tornando de un tono plata-luna según el astro nocturno fue ascendiendo sobre el lago.