Cada día es un don especial de Dios, y si bien es posible que la vida no siempre sea justa, uno no debe dejar nunca que las penas, las dificultades y las desventajas del momento envenenen la actitud y los planes que uno tiene para sí mismo y su futuro.
No se
puede ganar si se lleva puesta la fea capa de la autocompasión con toda
seguridad ahuyentará cualquier oportunidad de éxito. Nunca más. Hay una mejor
manera.
La
vida no es justa... y probablemente nunca será así. Habrá ocasiones en que uno
hace la mayor parte del trabajo y, sin embargo otro se lleva el crédito. Es
posible que uno trabaje el doble de lo que trabaja su vecino, y uno se sabe el
doble de listo... y sin embargo, uno sólo gana la mitad de lo que gana el otro.
Hay
muchas ocasiones en que la vida nos reparte una mala mano.
¿Cómo juega uno esas malas manos cuando le toca una? ¿Se aferra, se niega a rendirse, aunque no se tenga la garantía de lograr el triunfo... o se lamenta y se compadece de sí mismo porque uno está seguro de que sus dificultades y problemas son mucho más terribles que las desgracias de cualquiera otra persona? ¡Pobre nene!
¿Cómo juega uno esas malas manos cuando le toca una? ¿Se aferra, se niega a rendirse, aunque no se tenga la garantía de lograr el triunfo... o se lamenta y se compadece de sí mismo porque uno está seguro de que sus dificultades y problemas son mucho más terribles que las desgracias de cualquiera otra persona? ¡Pobre nene!
Hace
casi dos décadas, recibí una pequeña tarjeta amarilla con un poema escrito con
tinta verde, de parte de Wilton Hall, quien publicaba Quote Magazine en
anderson, Carolina del Sur.